La regla carmelita - por San Alberto de Jerusalén, patriarca latino de Jerusalén, 1206

[1] Alberto, por la gracia de Dios llamado a ser patriarca de la iglesia de Jerusalén, a los amados hijos en Cristo, B. y a los demás ermitaños que viven bajo su obediencia junto a la fuente del monte Carmelo: salud en el Señor y la bendición del Espíritu Santo.

[2] Los santos padres establecieron de muchas y diversas maneras cómo cada uno, sea cual sea su orden o el tipo de vida religiosa que haya elegido, debe vivir en fidelidad a Jesucristo y servirle fielmente desde un corazón puro y una buena conciencia.

[3] Sin embargo, porque nos pides que te demos una fórmula de vida de acuerdo con tu compromiso, que debes observar en el futuro:

[4] Lo primero que establecemos es que tengáis a uno de vosotros como prior, que ha de ser elegido para este cargo por el asentimiento unánime de todos, o de la parte mayor y más sólida, al que cada uno de los otros ha de prometer obediencia, y esforzarse por cumplir su promesa en la realidad de los hechos, junto con la castidad y la renuncia a la propiedad.

[5] Podéis disponer de lugares en las zonas solitarias o donde se os conceda que sean adecuados y convenientes para la observancia de vuestra vida religiosa, según les parezca al prior y a los hermanos.

[6] Además, según el sitio del lugar en el que os proponéis habitar, todos debéis tener celdas individuales separadas, y estas celdas deben ser asignadas a cada uno por disposición del propio prior y con el asentimiento de los demás hermanos o de la parte más sana de ellos.

[7] Sin embargo, coman lo que se les haya dado en un refectorio común, escuchando en común alguna lectura de la Sagrada Escritura, donde esto pueda hacerse convenientemente.

[8] A ninguno de los hermanos le está permitido cambiar el lugar que le ha sido asignado o cambiarlo por otro, salvo con el permiso de quien sea prior en ese momento.

[9] La celda del prior ha de estar cerca de la entrada del lugar, para que sea el primero en recibir a los que lleguen a ese lugar; y todo lo que deba hacerse posteriormente procederá según su criterio y dirección.

[10] Todos deben permanecer en sus celdas o cerca de ellas, meditando día y noche la Ley del Señor y velando en oración, a menos que estén ocupados en otras actividades dignas.

[11] Los que saben rezar las horas canónicas con los clérigos, recítenlas según la institución de los santos padres y la costumbre aprobada de la Iglesia. Los que no las saben, rezarán el Padrenuestro veinticinco veces para la vigilia nocturna, excepto los domingos y las solemnidades, para cuyas vigilias establecemos que se duplique dicho número, de modo que se rece el Padrenuestro cincuenta veces. Y la misma oración se rezará siete veces para los laudes de la mañana. Asimismo, para las demás horas se rezará también la misma oración siete veces para cada una, excepto para el oficio de la tarde, en el que se debe rezar quince veces.

[12] Que ninguno de los hermanos se apropie de nada, sino que todo se ponga en común entre vosotros y se distribuya a cada uno según su necesidad por mano del prior, es decir, por el hermano designado por él para esta tarea, teniendo en cuenta la edad y las necesidades de cada uno.

[13] Sin embargo, te está permitido tener asnos o mulas, según tu necesidad, y alguna provisión de animales o aves de corral.

[14] En medio de las celdas se ha de construir un oratorio, en la medida en que pueda hacerse convenientemente, donde debéis reuniros todos los días por la mañana para oír la misa, donde pueda hacerse convenientemente.

[15] También los domingos, o en otros días en que haya motivo, hablaréis de la conservación del orden y de la salvación de las almas, y en este tiempo los excesos y faltas de los hermanos, si se revelan en alguno, deben ser corregidos por medio del amor.

[16] Observad el ayuno todos los días, excepto los domingos, desde la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz hasta el Domingo de Resurrección, a no ser que la enfermedad o la debilidad corporal u otro motivo digno aconsejen romper el ayuno, pues la necesidad no tiene ley.

[17] Debes abstenerte de comer carne, a menos que la tomes como remedio para la enfermedad o la debilidad. Y como en los viajes hay que mendigar con más frecuencia, fuera de vuestras casas podéis comer alimentos cocinados con carne, para no ser una carga para vuestros anfitriones; pero en el mar incluso se puede comer carne.

[18] Porque, en efecto, la vida del hombre en la tierra es una prueba, y todos los que quieren vivir devotamente en Cristo sufren persecución, y también porque vuestro adversario el diablo anda como un león rugiente buscando a quién devorar, debéis poner todo el cuidado en revestiros de la armadura de Dios, para que podáis resistir los engaños del enemigo.

[19] Tus lomos deben estar ceñidos con el cíngulo de la castidad. Tu pecho debe ser fortificado con pensamientos santos, porque está escrito: el pensamiento santo te salvará. Ponte la coraza de la justicia, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo. En cualquier circunstancia, debes tomar el escudo de la fe, con el que podrás apagar todas las flechas incendiarias del maligno, pues sin fe es imposible agradar a Dios. El yelmo de la salvación también debe ser colocado en tu cabeza, para que puedas esperar la salvación del único Salvador que salva a su pueblo de sus pecados. También la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, ha de morar abundantemente en vuestra boca y en vuestros corazones; y todo lo que tengáis que hacer, que sea en la palabra del Señor.

[20] Es necesario que tengáis algún trabajo que hacer, para que el diablo os encuentre siempre ocupados, no sea que por vuestra ociosidad consiga encontrar algún modo de entrar en vuestras almas. En esto tenéis la enseñanza y el ejemplo del bendito apóstol Pablo, en cuya boca habló Cristo, que ha sido designado y dado por Dios como predicador y maestro de las naciones en la fe y en la verdad; si le seguís no podréis extraviaros. Con fatiga y cansancio, dice, vivíamos entre vosotros, trabajando de noche y de día para no ser una carga para ninguno de vosotros; no como si no tuviéramos derecho, sino para darnos a vosotros como modelo, para que nos imitarais. Porque cuando estábamos con vosotros os advertíamos que si alguno no está dispuesto a trabajar, que no coma. Porque hemos oído que hay entre vosotros algunas personas que andan sin descanso y no trabajan. Amonestamos, pues, a los de esta clase y les rogamos en el Señor Jesucristo que, trabajando en silencio, coman su propio pan. Este camino es santo y bueno: andad por él.

[21] El Apóstol, en efecto, recomienda el silencio, pues manda trabajar en él; y también el Profeta atestigua: El silencio es el cultivo de la justicia; y de nuevo: En el silencio y la esperanza estará vuestra fuerza. Por lo tanto, decretamos que guardes silencio desde después de la cena hasta después del amanecer del día siguiente. Sin embargo, en otras ocasiones, aunque no se guarde una observancia tan estricta del silencio, debe evitarse cuidadosamente la locuacidad, pues como está escrito -y la experiencia enseña nada menos-, en la locuacidad no faltará el pecado; y, el que es descuidado en el hablar se encontrará con males; y de nuevo, El que usa muchas palabras daña su propia alma. Y el Señor dice en el Evangelio Por cada palabra ociosa que la gente diga, darán cuenta de ella en el día del juicio. Por tanto, que cada uno ponga medida a sus palabras y riendas adecuadas a su boca, no sea que al pasar tropiece y caiga en su lengua, y su caída sea irreparable y mortal. Cuidando sus caminos con el Profeta para no pecar en su lengua, que se esfuerce diligente y cuidadosamente en observar el silencio en el que está el cultivo de la justicia.

[22] Y tú, hermano B., y quien sea nombrado prior después de ti, deben tener siempre presente y observar en la práctica lo que el Señor dice en el Evangelio: El que quiera ser el mayor entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo.

[23] También vosotros, los demás hermanos, honrad humildemente a vuestro prior, no pensando en él, sino en Cristo, que lo puso sobre vuestras cabezas, y que dice a los jefes de las iglesias: el que os escuche a vosotros, me escucha a mí; el que os rechace a vosotros, me rechaza a mí, de modo que no entréis en juicio por desprecio, sino que por obediencia mereceréis la recompensa de la vida eterna.

[24] Hemos escrito estas cosas brevemente para vosotros, estableciendo una fórmula para vuestro modo de vida según la cual estáis obligados a vivir. Pero si alguno ha gastado más, el Señor mismo, cuando vuelva, se lo pagará. Sin embargo, usad el discernimiento, que es la guía de las virtudes.